Dia Mundial de la Salud Mental : «Nos lo tenemos que hacer mirar»

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“Creo que no exagero si digo que cuando recibes un diagnóstico de trastorno mental, independientemente de tu formación, tus conocimientos académicos o experiencia laboral, tu voz en salud mental pasa a ser válida sólo como caso. Si te identifican como usuario de salud mental, cuando te entrevistan, te piden un artículo o quieren tu participación en unas jornadas, conferencias, etc., suelen remarcar: “Explica tu caso”. En ocasiones, no sólo quieren la experiencia de vida, sino que explicites el diagnóstico y, a ser posible, tus síntomas. Poco les importa quién eres”  he pensado que si eso es lo que nos piden  creo que es justo contar como nos sentimos las personas que vivimos con la espada de Damocles sobre nuestra cabeza con el nombre de Depresión.

“A veces te rompes. No sólo los cuerpos son vulnerables a los golpes. La vida en ocasiones te maltrata. Y no depende de lo que hagas, de cuánto pongas de tu parte. La resiliencia también es finita. Entonces te deshaces. Aunque, claro, como sucede con los objetos, a veces te resquebrajas por dentro, aunque el ojo no lo vea. Y luego, en otro punto y por motivos apenas significativos, las grietas de tu ser dicen que no soportan ya más peso. Cuando comienza, quizás no es más que una intensa sensación de malestar. Una especie de inquietud omnipresente que te acompaña a donde vayas y se queda contigo, hagas lo que hagas. Sientes que algo no va bien, aunque no lo puedes identificar. Es un estado de desasosiego que te priva de calma. Una infelicidad que no se marcha y que te enturbia los momentos agradables. Es esa insoportable sensación de querer que todo acabe, que el presente desaparezca, que el instante deje de ser eterno. Es un displacer que te roe las entrañas. Dejas de dormir. De todas sus manifestaciones, esta, quizás, es la más cruel, porque dejas de soñar. Al menos antes huías de ti mismo por las noches. Ya no hay paz ni oasis posible. No puedes desconectar de tus pensamientos, no escapas del malestar. Ni siquiera te rompe el agotamiento como refugio a esa inquietud que te quema. Al principio, dejas de disfrutar. Nada te satisface, todo te irrita. Pero no se queda allí. No sé explicar cómo funciona, ni tengo claro por qué sucede, pero es infalible: el dolor emocional te construye una coraza física. No cómo metáfora, de verdad. La superficie de la piel se muere. Cuando te das cuenta, ya tienes el cuerpo de un zombie. Miras al suelo y piensas: “¿De dónde habrá salido toda esa sangre? ¿Qué ha pasado?”. Y entonces descubres que llevas un vidrio clavado en la planta del pie, no sabes desde hace cuánto tiempo. Lo remueves y no te duele. Cocinas, te quemas con aceite, te ampollas, pero sólo lo sabes porque lo ves. El tacto no responde. Y la insensibilidad física parece proporcional a lo profundo del pozo. Cuánto más hundido estás, menos sientes. Cuánto más te desgarra por dentro, más desconectas por fuera.

Y con la capacidad de sentir, se marchan tus energías. La depresión (mayor) es un déficit de vida, un Vacío del Ser. Y esta carencia, cuando se hace presente, lo vacía todo. Porque la depresión también tiene su momento álgido, el punto en que la existencia se resquebraja. En ese momento, lo que llamamos identidad se evidencia una fachada vacía, una farsa. Y no me refiero aquí a que vives una crisis identitaria como la que suele devenir en la adolescencia. No es una evolución. Es una disolución.

Continúas porque te has construido un piloto automático. Lo sepamos o no, tenemos un montón de automatismos, de hábitos, incluso de complejos recursos cognitivos que siguen funcionando solos. Pero existir se hace insoportable.

¿Cómo explicas a quién no ha pasado por algo así que quieres acabar con tu vida? Vivir es un instinto, te dicen. Pero también lo es evitar el sufrimiento. Porque ponerle coto al dolor es lo que te mueve a hacerlo. Imaginaos una agonía que no cesa, que se hace insoportable y a la cual no le ves final. Eso es un episodio de depresión mayor. Una vez que caes más allá del límite del abismo, barranco abajo, vives cual Prometeo condenado. Un padecimiento perpetuo del que sólo puedes escapar acabando contigo mismo.

La depresión duele. Y no es una metáfora. El sufrimiento no es una abstracción. Hace mal, lo sientes en el pecho, en la cabeza, en las entrañas. Ese malestar omnipresente y la sensación de que siempre será así. No es casualidad que los dos colectivos con mayor riesgo de suicidio, intentado o consumado, seamos las personas con depresión mayor y quienes viven con dolor (físico) crónico. El sufrimiento continuo es insostenible. YO  VIVO CON LOS DOS, PERO OS PUEDO ASEGURAR QUE SE PUEDE VIVR CON LOS DOS Y VIVIR  , solo vivir, pero al finar vivir es el premio que has recibido por luchar contra ese monstruo llamado depresión.

Por supuesto, la depresión mayor puede atravesarse. Por eso se habla de episodios. Ahora bien, en ese momento no lo sabes, no lo crees, ni siquiera puedes concebirlo. Cuando estás dentro, el padecimiento no tiene fin. Quizás cuando te recuperes puedas decir orgulloso: “Yo sobreviví a mí mismo”. Pero en ese momento, en plena depresión, es impensable. No encuentras motivos ni fuerzas para sobrellevar tanto sufrimiento. Nadie puede convencerte de que dejarán de dolerte los golpes en medio de una paliza. Sólo quieres que se acaben. Ya. Así es como llega pensar en el  suicidio. Simplemente te quieres ir por dos motivos, el dolor es insoportable y no puedes gestionarlo pues ha tomado las riendas de tu vida y por otro cuando tienes momentos lucidos piensas que tu entorno no se merece todo lo que tu les estas haciendo sufrir como tu.

¿Cómo puede suceder que te encuentres mal, que sientas el sufrimiento, que llegues a ser consciente que te deshaces… y no pidas ayuda? Ahora, mirando atrás, es fácil explicarlo. Es estigma y es una grave distorsión médica cuando en tu informe sea del área que sea, incluso traumatología para una prótesis de cadera lo primero que lee, persona depresiva, ya estoy marcado, ·quizás el dolor de cadera y la deformación que transmite la radiografía no sea cierta “piensa el doctor, Tener o ser víctima de una depresión hace que pierdas credibilidad. Doctores: la depresión es una enfermedad más de su vademécum . Pero cuando está sucediendo ni siquiera sospechas que tus prejuicios puedan arrastrarte barranco abajo, que sean fuente de sufrimiento y puedan afectar tu salud.

Entender por qué sucede es simple: no somos impermeables a los prejuicios sociales. Nos miramos a nosotros mismos en el espejo de la mirada de los otros. Y si el imaginario social nos enseña que recibir un diagnóstico de salud mental, tomar psicofármacos. No buscas ayuda porque te espanta ser diagnosticado. Los prejuicios son un grave problema sanitario. Por su culpa, llegas a los servicios cuando ya estás en una crisis, tienes más dificultades para recuperarte y puede que acabes mucho peor en tu proceso.

Ahora, una vez empoderado y superados los miedos y la vergüenza, puedo decir, como siempre hago, que no debería sorprender a nadie que yo sea coach, entrenadora en pensamiento positivo en la actualidad  y presida la asociación más positiva de las conocidas “ activos y felices”.  y viva con un diagnóstico de persona depresiva ; que ninguna persona independientemente de su formación, oficio o profesión está libre de la posibilidad de pasar por un problema de salud mental. La educación nos podrá aportar muchas cosas, pero no inmuniza contra el sufrimiento. Ahora, claro, mirando hacia atrás puedo posicionarme desde la seguridad de una vida que sigue adelante también en lo profesional, en mi caso con limitación provocadas por el dolor crónico y la cada vez mayor movilidad reducida.

En aquel entonces, esta seguridad era inconcebible. Regresar al mundo, una vez roto y etiquetado, asusta. Ya de vuelta en casa tardé más de dos meses en ir al centro de la ciudad, me entraban sudores.  Más allá del peso de los síntomas y la sobremedicación, en este encierro hubo mucho de miedo a lo que me esperaba fuera. Tengo que dar las gracias a mi familia, a mi marido a todos lo que de forma constante y con la mejor medicina posible, el amor, me ayudaron a ser lo soy hoy.

Sólo en un espacio que posibilite y promueva ser responsable de uno mismo y de la propia comunidad es posible abandonar el rol de enfermo y empoderarse. Una psicoeducación orientada a que te tomes la medicación es empoderadora; aprender a planchar es empoderarse; pintar mandalas, hacer una visita guiada al zoológico, escuchar una charla sobre empoderamiento… todo empodera. Por supuesto, siempre, siempre, se trata de actividades ofrecidas por profesionales para personas usuarias. El poder, como está claro, viene de arriba.

Ahora bien, en términos concretos, ¿Qué es el empoderamiento? ¿Cómo se consigue? Según la definición de Rappaport: “El empoderamiento es un proceso, el mecanismo por el cual las personas, organizaciones y comunidades adquieren dominio sobre sus vidas.”. Está claro, por lo tanto, que pintar mándalas no otorga control sobre nuestra existencia. Tampoco aprender destrezas básicas para la autonomía personal es empoderarse. Ni siquiera el simple hecho de tomar decisiones tiene este efecto. Si fuese así, cada vez que nos preguntan si queremos el Ir a tomar una hamburguesa de pollo o carne nos estarían empoderando. Escoger la película del próximo CineFórum o el sitio de la siguiente excursión no son elecciones que cumplan las condiciones para empoderar a las personas. Hace falta algo más. En este sentido, Judi Chamberlin, al definir específicamente los elementos del empoderamiento en salud mental, remarcaba que empoderarse no es sólo tener poder de decisión, sino que estas decisiones deben posibilitar efectuar cambios en la propia vida y en la comunidad. La necesidad de la autogestión, sin etiquetas ni personas haciendo de profesionales es, precisamente, para desmontar el juego recíproco que perpetua el rol de enfermo. Llegado a ese punto, mi mente reacciono dentro de su afán y deseo de volver a vivir, me convertí en activista social y defensora de todo lo que limita a las personas sea lo que sea, y luchar por visibilizarlo y divulgarlo, porque todo lo que escondes acaba salir en forma de volcán que arrasa todo lo que pilla.

Desde camino del activismo se ve diferente. Ya no se trata de romper prejuicios y mostrar que el movimiento asociativo en primera persona es posible, efectivo y transformador. Hacia el mismo horizonte, por caminos paralelos, hemos ido creciendo diferentes personas y entidades con el mismo problema, luchando por dar visibilidad a la salud mental. Hoy no es todo desierto ni tierra hostil. Ya no se trata sólo de construir un refugio en el cual encontrarnos, rehacernos y recuperarnos. La vergüenza ha devenido en reivindicación. Ya no es una búsqueda personal. En ese sentido, creo haber encontrado todo lo que había perdido. Ahora se trata de confluir, de crecer colectivamente. Todas las luchas dispersas, hace un tiempo han empezado a entrelazarse. “Construyendo lo común” es el lema que pregona el movimiento ACTIVOS Y FELICES … PASION POR LAS PERSONAS. Y en ese proceso estamos. En definitiva, lo que comenzó casi accidentalmente, desde una necesidad personal, hoy es parte de una inmensa red, cada día más amplia e inclusiva, en una lucha colectiva y transversal que está cambiando la manera de entender y hacer salud mental.

PORQUE SOMOS QUIENES SOMOS, YO TENGO UNA TARILLA CON MI SALUD MENTAL, OTRO LA TIENE CON SU MOVILIDAD, OTRO CON LA GESTION DE SUS RELACIONES PERSONALES O ADICCIONES, OTRO CON OTRAS MUCHAS COSAS QUE NOS DEPARA LA VIDA, AL FINAL EL OBJETIVO EL ES EL MISMO, APRENDER A SUPERAR PRUEBAS, PROBLEMAS OBJETIVOS PARA MORIR SIENDO UN POCO MAS EXPERTOS EN VIVIR. Pero sin etiquetas en informes médicos por favor.

 Y para terminar quiero remarcar, la mejor medicina que yo pude tener para decir que hoy amo a la vida,  que quiero vivir controlando los vaivenes de la depresión y el dolor crónico es el amor de familiares amigos al aceptarme como soy, con mis limitaciones y días confusos o revueltos por el dolor, sea cual sea la procedencia del dolor. Y un psiquitra que entendió mi dolor y se posiciono a mi lado como un clon de mi dolor con una diferencia, me enseño el afán de superación como herramienta para salir de ese agujero llamado depresión. Insisto, el amor es la mejor medicina, Esta sociedad que nos ha  tocado vivir está enferma,  quizás por un problema de salud mental colectivo. ¡Nos lo tenemos que hacer mirar¡

Quiero aprovechar este articulo para dar visibilidad a un problema que  me asusta mucho, cada vez más jóvenes se autolesionan con el fin de que el dolor físico anule su dolor mental, ínsito no ocultemos los problemas, demos visibilidad e intentemos juntos, todos familia, profesionales de la salud, organizaciones de todo tipo…  Yo me hago la siguiente pregunta ¿Por qué acuden a una entidad social en busca de ayuda y no a un medico? Repito, nuestra sociedad esta enferma y debemos hacérnoslo mirar.

Autor: B. A

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